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Ana Spoon 
Arrugarse y mudar

Comisariada por Emanuela Loprieno

El título de la exposición Arrugarse y Mudar, define las cuestiones centrales de la investigación actual  de Ana Spoon. La artista, siempre centrada en analizar los comportamientos de la piel, que aparece casi como un mapa experiencial de cada individuo, y la materia con la que trabaja, esta vez, se centra en cómo actúa el cuerpo y sus órganos a la hora de procesar el cambio. Si por un lado existe el mito del cuerpo fuerte y vigoroso, el denominado por Jean Luc Nancy el cuerpo narcisista (Corpus, ed. Arena Libros, Madrid, 2003), por otro lado, tenemos el cuerpo maldito, que abraza el sufrimiento y el dolor, que no se acobarda ante la idea de lo perecedero y la muerte. Empezando por la idea de que es en los momentos de crisis -dramáticos- cuando emerge la verdadera naturaleza, acercarse al cuerpo enfermo como manera de llegar al conocimiento, estudiarlo y de alguna manera provocarlo - en lugar
de ignorarlo como si fuera algo incorrecto, un error- parece ser una posible solución. Porque mitificar el cuerpo y alejarlo de las experiencias límites de dolor, sufrimiento, muerte, no parece ser este caso en concreto.

Ana pues, se conecta a la parte maldita, concibe el dolor como descubrimiento, como verdad. Este cuerpo maldito, se reconecta a la parte más auténtica y natural. Ella no quiere desprenderse de él, al contrario, quiere adentrarse en él, disolviendo los límites de dentro/fuera.
Han pasado dos años desde la primera exposición de Ana Spoon Un Oscuro que te Desaparece (TEST, Villareal, marzo 2020). Desde aquel recorrido antológico por su obra, escenificación de su doble condición humana taller-mundo mágico/vida real, el discurso de la artista se ha ido adentrando en
otros aspectos más específicos de la materia y lo orgánico.
Lo más evidente es el cambio de estudio de la piel a los órganos, es decir, de lo que se registra en la piel, en la superficie, como consecuencia de agentes externos y aspectos experienciales, a lo que ocurre dentro, donde habitan los órganos, los fluidos que o bien circulan y fluyen dentro o bien salen hacia fuera en forma de secreciones y humedad. En ambos casos, se comportan de manera casi independiente mientras la artista, en su gesto automático, registra, casi científicamente, los comportamientos de la materia. Cuestiones como ¿de dónde sale la humedad?; ¿por qué nunca el soporte se arruga de la misma manera al presentarse la humedad?; ¿en qué momento aparece la
humedad en la pared recién intervenida?; ¿cómo se comporta la luz al cambiar materiales?, están enla base de sus experimentos. Existe por lo tanto un silogismo entre lo orgánico del cuerpo y su piel, y lo matérico de las tintas, el papel, la pared, que acogen estos experimentos que cada vez más se
direccionan hacia la autonomía de la obra con respecto a su mano creadora.
Es decir, se habla del cuerpo en vez de analizar directamente la identidad, porque lo que está relacionado con los comportamientos de la materia y la obra es el cuerpo, su piel y sus órganos. El cuerpo de la obra es el lugar donde mejor entender los paralelismos de la conducta del cuerpo humano y la materia.
Nos arrugamos y mudamos o en algunos casos, sufrimos episodios disociativos en los que nos desprendemos de una parte que ha sido habitada. Todos los trastornos físicos y emocionales se manifiestan, atraviesan, o son filtrados por la piel como un ejercicio de comunicación bidireccional de
lo que sucede dentro de uno. Lo que ocurre allí en las profundidades, necesita de una translucidez en la superficie para ser percibido. Y es aquí donde reside la necesidad de Ana por investigar la transparencia en la materia en sus obras, porque de esta manera se comunica con su cuerpo imaginándoselo por dentro y, al mismo tiempo, imaginando qué miran sus órganos al observar la piel que les contiene, anhelando el control sobre el oscuro, sobre lo invisible, en un mecanismo de búsqueda persistente, que nos lleva a un relato introspectivo: algo a no resolver.

Emanuela Loprieno

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